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lunes, abril 05, 2004

[Sucumbir a tí]

Ansiar obtener todo cuanto anhela el corazón,
devastadoras emergencias no transmisibles,
que comparte la no convencionalidad de conocerte,
inesperado instante el hallazgo del destino olvidado.

Intercambiar experiencias, terremotos o tsunamis,
no mitigar y no prevenir, todo dinámico y no referirse,
perseguir las agendas del virtuoso camino del bosque,
medio para alcanzar lo infinito escondido en el alivio de sueños.

Revolucionar las temporadas de óperas trágicas,
hasta abandonar las enseñanzas y modernizar la práctica,
escapar de la vulgar mediocridad de la que estamos hechos,
escenificando la sorpresa de encontrarte sin haberte buscado.

Asfixiar bajo el placer de la necesidad, un segundo, y batallar,
la vorágine de intereses que confluyen en adicciones de beneficios,
el atractivo del libre comercio en economías de besos no planificados,
hacen torcer el rumbo errante sin salir del camino.

No ignorar el éxito de la lucha fácil hasta gritar tus labios,
besarte y destruir las presiones al despertar a la vida y pintar colores,
deshacer las heladas y las nieves, es una ventaja, y amarte, avidez,
dotes escepcionales que confluyen al inventar la palabra.

Romper las doctrinas de resitencia y los velos,
escribir en los anales de la anarquía y la zozobra,
impacientes condiciones de responsabilidad enemiga,
y atizar irreverencias abandonadas sin culpa ni gloria.

Evitar una vuelta más a la espiral de los remedios falsos que no quiero,
consigo clavar las esquirlas de la revisión crítica que no hago,
en las ociosas falsas esperanzas con las que afrontar el momento,
sin involución posible, usurpar el ritual y salir de allí.

Aumentar la creciente atracción que me lleva definitivamente a tí,
sin peligro de decir lo que pienso, lo que siento,
hasta superar la prueba del corto plazo, del medio y del largo,
y globlalizar hasta erradicar el oscurantismo del fondo del corazón.

Disfrutar el entusiasmo con que hablas de la seducción, el amor o el arte,
epopeya de sensibilidad y precipicios que se asoman,
máximo beneficio de la tentación y resguardarme en mi inconsistente poesía,
consecuencia necesaria de tu dulce agresión.

Manifestar en variaciones el incontenible ocaso de los planetas interiores,
fallecer en el mundo pagano de tus incesantes caricias,
y saber que el eco de lastimera soledad desaparece,
bajo el continuo hostigamiento de la débil turbación.

Inestabilizar lo indiscutible, llevarnos por delante el pesimismo paralizante,
del estúpido microscopio con el que a veces nos miramos,
beneficio de una buena medicación del maléfico instigador,
paisajes de malinterpretación de entelequias de corazón y no de imaginación.

Cesar el ruido ajeno y centrarse en el rumor interactivo,
de las caricias de discusión de fenómenos vitales de dos,
gemidos que mueven las moles de materia y de forma,
hasta destruir definitivamente la heterogénea composición de mis lamentos.

Sucumbir a tí, Paula.

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