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miércoles, marzo 03, 2004

[Ladridos de tu ausencia. Ladridos lejanos]

Fulgurantes amaneceres de zapatos nuevos de niño,
con ladridos lejanos de monstruos que acechan,
la incertidumbre del desenlace en el tumulto de dos,
desembocadura de fuegos en cuerpos que quedarán exangües.

Resistencia a incisiones ardientes en la piel húmeda,
de actos realizados, ¿y concluídos?,
¡tus manos! sobrecojen el corazón desbocado,
mientras tu cobijo de luchadora da cabida a los desplazados.

La llanura que dejas al descubierto henchída de frescuras anheladas,
que ahora tornan el rojo de los ideales por la felicidad de lo actual,
sobrevuela y se muestra ante mí desde la salud de la obscenidad,
del desnudo armonioso iluminado de ojos de emoción y cansancio.

Perfección de arcos tensos que condujeron al tiempo sin relojes,
a los encantos llenos de argumentos que se probaban por sí solos,
orgullosos de fecundidad en puertas a mundos vitales, ¡vida!,
que tu manejas con instrumentos de hondos significados y armonías.

Jamás serán abatidos los intereses, el aislamiento, la confusión,
pero serán transportados al callejón de las billeteras vacías,
desde donde surgirán las palabras que buscan tus ojos de mil colores,
únicos animados que hacen hermoso el devenir en su suave cautiverio.

Cinturones de conchas que habitan el suelo de los pies de las camas,
cálidos embajadores de emanaciones de cáscaras de naranjas,
sobre las que evadirse en espirales ahuyentadoras de espinas,
en el excitante tobogán de las texturas de nuestras naturalezas.

Joyas florales, aromáticos paseos turísticos, estufas nocturnas,
en deliciosas luchas de fin de artificiosas ambivalencias, ¡fin de soledad!,
formando un conjuto total escondido detrás de nuestros dulces almibarados,
de palabras que detripan los adornos y solo saben gritar necesidad de ti.

Medidas de imposibles que vuelves realistas en lamentos de futuros complejos,
-va a ser más difícil de lo que pensamos- dijiste,
generando vivencias intensas y ardientes que levantan autoprotecciones,
en vuelos de pájaros que llevan escrito la palabras implícitas de nuestro amor.

Manjares de sueños en los que sentarnos en mesas para dos,
sabores de escenarios y fiestas sentimentales de la propia existencia compartida,
sin renuncias al respeto de nosotros mismos, ¡inevitable!,
permitir pasar por alto las semi verdades que nos mentíamos antes de conocernos.

Construir caminos con los clichés rotos que no eran nuestros,
poner música a la simplicidad llena de bordes complejos que somos,
mezclando poesía y conciencia en esta aceptación sin juicios,
sin nombres que no nos ponemos, ¡solos tú y yo!

Suena la trompeta de Davis en todos los sofás blancos donde nos acostamos,
envolviendo nuestros cuerpos en la armonía de las notas,
a las que ponemos el arcoiris de cuerpos que saben a lluvia,
porque mirarte a los ojos es ver el cielo y perderme en tu infinidad.

Filtrar el azul de tus suspiros con el rojo de tus besos, ¡manos!,
en el instante eterno de adueñarnos de fuego que no se quiere apagar,
mezclando el calor de tu cuerpo con las curvas que no se sujetan,
en desesperados intentos de perspectivas inacabadas, ¡hoy!

Exploraciones con destino las intrínsecas esencias del deleite,
te muestras diferente en cada sendero, en cada vuelta del camino,
vivimos de la mano y nos apretamos desde hace un tiempo,
incuantificable, de colores que hacen cobrar vida a la pluma y al alma.

Vegetaciones exhuberantes de realidad secuestrada de imaginación,
desde la cárcel de tus ojos de la que no quiero evadirme,
recreo, meta y sueño de caminos difíciles de recorrer,
en interiores llenos de personalidad y de ti.

Paisajes naturales abrigo de mi mente viajera,
que tu ofreces secretamente a mis sensibles sentidos,
vuelves voluptuoso el pensamiento reflejando tu cuerpo en él,
haces deseables los ricos palacios de sueños; en los que vivir contigo.

Estrechándonos el uno en el otro pierdo mis defensas, las niego ante tí,
desnudo me presento para recorrer el placentero camino de la pérdida de orientación,
sujeto fuerte a tu pecho y enamorado de las bóvedas que guardan,
el inexorable oficio de amarte y ascender juntos las cimas de las montañas de la felicidad.

Inequívoca e indeteniblemente escalo los peldaños de la escalera,
de historias que no son para contar, que otros no percataron,
que tú y yo extendemos en metamorfosis complacidas de compañía,
de rechazos de absoluciones y de confirmación de tiempo creativo y paradigmas ciegos.

Campañas de felicidad que hablan por tu boca,
en progresiones sin falsos miramientos y cursos de agua,
desde donde contar los días en el reloj de arena que rompimos,
y construir de ese barro la libertad de las miradas y de nuestros cuerpos unidos.

Hilos del destino con los que no hacemos nudos sino lazos,
fusión de estilos no sancionables salvo por equivocación,
tu mereces la pena, y la extraña enfermedad de nuestro amor,
aparece y se ilumina en la verdad de los besos bajo el mar.

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