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martes, marzo 02, 2004

[Espera y deseo. Ella dijo -espérame-]

Aunar espera y deseo en los rostros vencidos de la sala,
que recomendaban con entusiasmo una crítica de memoria,
esperar y conocerla, iluminar los criterios,
tramas futuras de exhibicionismos de deseo.

Y llevarles a través de algunas velas, luces que se apagan,
siempre con una esencia que se evapora,
dolido por no poder hablarte otras cosas, más dulces, no hay que imaginarlo,
sino verlo; lo más puro, tú, devoción y a la vez la condición.

Sacar los animales, productos naturales,
que galopan en fronteras de dignidad,
infranqueables, absolutas, brechas insalvables, profundidades abisales
y sombras silenciosas que lo miraban y nos miran.

Rodeados de imágenes y recuerdos entristecidos,
vuelves a nacer mi sed mientras vestimos los anhelos de teatro,
cruzarse y emanar de improviso para evitar lágrimas,
que traen alivio al cuerpo que sueña con tu mirada abierta.

El reflejo del mar presa de intrigas y emboscadas,
catástrofes dormidas en nuestros corazones,
mirarnos abrazados en un espejo y hallarnos sin debacles,
alejando angustias e instalando puestos al Sol.

Abogada de mis experiencias,
surcar el cielo, planear las aguas,
amo a tu tierra y a tu mar, playas y bosques,
y solo sueño con dónde despertar a tu lado.

Volver al vientre de la madre desde amaneceres doloridos y perezosos
que asoman sus ojos cansados a una mañana de labios resecos de sed,
de apariciones de nacimientos, de fuentes,
y sin despertar, volver a nacer.

Cuanta más sed, menos hambre,
resolver la memoria y olvidar las mentiras representadas,
penumbras, estrellas, en viajes interplanetarios; y polvo cósmico,
mientras faltan brazos para coger agua, poéta, escritor, músico.

Falta la respiración para el verso, la palabra, el cante,
nanas de manantiales en reflejos de flores, torturadas de murmullos de agua,
volver las entrañas del revés y ponerlas a secar,
en destrucción del exceso, de la inmadurez.

Amores voraces, ríos de corrientes frescas, obsesiones, verdades,
sed de locuras en ídolos caídos, que nunca estuvieron en pié,
despegan cambios internos en naturalezas propias, emblemas de soledad,
caídas en campos de batalla perdidas, y tu, significar el único sueño.

Enrojecer a la vorágine de tus labios,
estamos vivos, estamos volando,
retenida en mi cuerpo,
te has convertido en parte de mi ser.

Palabras encadenadas me guían por tu cuerpo,
de donde no tener que regresar,
romper muros de incertidumbres solitarias, que tus miradas desaparecen,
fuego en nuestros cuerpos, y no hay más; que es todo.

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